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lunes, 23 de mayo de 2011

Un adelanto de Carmela

Despues de mucho anunciarla ya está disponible para todos nuestros lectores la nueva novela "Carmela Mela La Caramela" de la escritora colombiana Haydée Rivera. A continuación los dejamos con un abrebocas de esta obra narrativa del costumbrismo colombiano. Esperamos tus comentarios y apreciaciones.


A sus escasos ocho años y sin pleno uso de razón, nada sabía Carmelita sobre pronósticos astrológicos, observaciones astronómicas, descubrimientos de leyes y teorías científicas que rigen el universo, los astros y su convulsionado planeta.

Ignoraba por completo las influencias de la gravitación, la atmósfera, la refracción de la luz y mucho menos sabía de radiaciones, insolaciones nocivas a la piel y los cuidados para protegerse de la lluvia, el frío y el sereno.

Lo más próximo a los saberes que podía alcanzar, en esos inhóspitos parajes de la lejana montaña donde vivía, olvidados de la civilización y del Gobierno, era el almanaque Bristol.

Oía que este pintoresco folleto era consultado por los abuelos y viejos campesinos para sembrar al ritmo de la luna en sus erráticos novilunios y para determinar los hechiceros plenilunios a los que atribuían poderes mágicos, perturbadores de la naturaleza y las facultades mentales de personas motejadas como lunáticas, victimas de ese noctámbulo satélite.

Por eso, mirar al cielo era para ella un juego sencillo y usualmente entretenido que le ofrecía noches y días con sus infinitos y vertiginosos cambios de paisajes y fenómenos multicolores que la ensimismaban en recorridos sin descanso por inmensos y difusos laberintos siderales.

Acostada en el mullido césped del patio de la escuela donde residía se escapaba hasta esos encumbrados parajes.

Se imaginaba vestida con tules y gasas de las veladas nubes, ataviada con blancos y deslumbrantes cúmulos, girar envuelta en deshilachados mantos, engalanada con los oscuros nimbos que presagiaban los inviernos y deslizándose por el arco iris para traer al campo la alegría en finas gotitas de lluvia, en intensos chubascos o fuertes chaparrones.

Justamente por eso, lo primero que observó en el pueblo donde llegaba la familia, empujada por ircunstancias incomprensibles a su candoroso discernimiento, fue el firmamento claro y despejado de un nuevo clima acariciadoramente tibio a la piel erizada y aterida de los días ordinariamente lluviosos y helados de la cordillera.

Le pareció como si hubieran llegado a un pueblo devoto del sol y estuvieran entrando en un templo indígena, a reverenciar los prodigios del astro rey.

Para seguir adelante con esta historia, acercate a la Libreria Norma o a Todoebook y llevate tu ejemplar.

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